27 abril, 2006
UNA SESIÓN DE ULTRAVIOLENCIA AL ROJO, ROJO VINO
Tengo la boca llena de chocolate.
Parece que es de día, pero a mí no me importa, porque estoy dentro de una habitación sin ventanas, dentro de un sótano, en el archivo histórico de "la noche del oráculo".
Mierda, amiguitos, nos engañaron con la verdad. Nos engañaban cuando nos dijeron que todos somos iguales, pero nos engañaban con la verdad. Es todo verdad, mayor motivo para sentirse defraudados. Reivindicad vuestras rarezas, pues ya sabeis que "sólo los hombres pequeños parecen normales" (Umberto Eco). Y antes de empezar a sonar como un predicador barato (uf, quizá es demasiado tarde), decir que, cuando encontréis una persona rara de verdad, una extraordinaria de esas que no sólo no se ven todos los días, sino que no se ven nunca, la atrapéis con toda la fuerza que os permitan vuestros músculos. El mundo es un lugar bastante aburrido como para encima no aprovechar a los pocos seres divertidos que se mueven por la superficie.
La coherencia, chavalcos, es nuestra única arma. Tenéis que ser íntegros, porque si no, no seréis nada. No se puede ser por partes. O se es uno mismo en todos los detalles, o no se es nada. Mierda, hoy tengo un royo sermonero, de verdad que lo siento, amiguitos hermanos.
Siempre estamos solos.
Siempre.
Siempre.
Siempre.
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