08 noviembre, 2008

Rayuela (1)



Cuando encontré Rayuela, estaba en una de mis frecuentas épocas de "fiebre Cortázar". Andaba deambulando por el barrio y me metí en una librería pequeña que vende libros de segunda mano. Trasteé por las estanterías... En ese momento recuerdo que estaba leyendo un libro de relatos del mismo autor. De repente lo vi. Era una edición de cátedra, de la colección letras hispánicas. De algún modo supe que aquel libro me llamaba, tanto por mi adicción a los escritos de su autor, como por la fuerza misteriosa de su libro, y de su cubierta, y de su tacto.

Una vez conocí a un tipo que me dijo: "Los libros te eligen a ti, y no al contrario". Un individuo singular, que había trabajado como bibliotecario algunos años y que actualmente, cosas de la vida, está hecho un yupi. No viene al caso, pero viene al caso, porque todo tiene que ver, y nada, y Rayuela es un compendio de restas de la realidad... cosas que Cortázar le arrebató a la vida con su pluma afilada, puesto que es necesario, "si el volumen o el tomo de la obra pueden llevar a creer que el autor intentó una suma, apresurarse a señalarle que está ante la tentativa contraria, la de una resta implacable" (cap. 137).

Supe, cuando vi el libro, que me estaba restando algo. Que me restaría horas y horas de mi vida. Que estaría releyéndolo el resto de mi vida, y leyéndolo como si fuera la primera vez. Una fuerza magnética e inexplicable, fragmentaria, voraz, poética, densa, reiterativa, mágica... En definitiva, una fuerza vital, que es la de Rayuela me había hatrapado hirremisiblemente. Me había Hencerrado hentre sus páginas.

Viviendo, destruimos la vida. No sólo por la naturaleza misma, finita, de la existencia (que nos convierte en el "ser-para-la-muerte" que definió Heiddegger), sino también por el modo en que restamos la vida al tiempo que la vivimos. El proceso de vivir se convierte en una mecanización autofágica de costumbres que terminan por transformarnos en otra cosa. Y desde el momento en que cambiamos constantemente, en que somos siempre para ser otra cosa y para, finalmente desaparecer, estamos dejando atrás un estado diferente cada día, cada hora, cada minuto. Del mismo modo, a imitación de la vida, la literatura es un medio cambiante y destructivo (la literatura interesante, al menos, que como Oliveira dice está relacionada con la nostalgia, con la añoranza de otra cosa). Es un medio que se devora a sí mismo ("¿Para qué sirve el escritor si no para destruir la literatura?", capítulo 99) como hacen todas las artes en cuanto son autorreferenciales.

Hay un dibujo sobre la realidad, un calco.

Estoy convencido de que en el momento en que encontré ese libro, sabía que yo hablaría de ese preciso instante. Estaba condenado a repetirlo en mi memoria, en las palabras, en las mentes de los que lo leéis. Cuando estoy creando, hago un dibujo con un dedo, sobre la realidad, y, a veces, "por un azar que no busco comprender", coincide exactamente con la propia realidad.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

por favor "ser pa la muerte" muerte pa heidegger y la mierda existencialista!! ;D

Anónimo dijo...

momento favorito de nyman en dos mil ocho: el capítulo siete de "rayuela", recitado de un cíclope para la escucha del otro.














pd. si las letras y el tiempo nos devoran de forma irremediable, será conveniente usarlos en nuestro beneficio. no me equivoco al apuntar que en ocasiones no andamos lejos de conseguirlo. signifique lo que signifique...

Anónimo dijo...

no me gusta la edición de cátedra... tiene demasiadas notas al pie... no me gustan las notas al pie...