El psicólogo Albert Ellis hizo una lista de 10 ideas irracionales que tenemos muchas personas, algunas veces sin darnos cuenta. No todas las personas reúnen todas las ideas de la lista, pero lo normal es que si te paras a pensar, tengas alguna. De hecho, yo tengo seis...
La lista es esta:
1-Es necesario para un ser humano ser querido y aceptado por todo el mundo.
2-Uno tiene que ser muy competente y saber resolverlo todo si quiere considerarse necesario y útil.
3-Hay gente mala y despreciable que debe de recibir su merecido.
4-Es horrible que las cosas no salgan de la misma forma que a uno le gustaría.
5-La desgracia humana es debida a causas externas y la gente no tiene ninguna o muy pocas posibilidades de controlar sus disgustos y trastornos.
6-Si algo es o puede ser peligroso o atemorizante, hay que preocuparse mucho al respecto y recrearse constantemente en la posibilidad de que ocurra.
7-Es más fácil evitar que hacer frente a algunas dificultades o responsabilidades personales.
8-Siempre se necesita de alguien más fuerte que uno mismo en quien poder confiar.
9-Un suceso pasado es un importante determinante de la conducta presente, porque si algo nos afectó mucho, continuará afectándonos indefinidamente.
10-Uno debe de estar preocupado permanentemente por los problemas de los demás.
Cuando encontré Rayuela, estaba en una de mis frecuentas épocas de "fiebre Cortázar". Andaba deambulando por el barrio y me metí en una librería pequeña que vende libros de segunda mano. Trasteé por las estanterías... En ese momento recuerdo que estaba leyendo un libro de relatos del mismo autor. De repente lo vi. Era una edición de cátedra, de la colección letras hispánicas. De algún modo supe que aquel libro me llamaba, tanto por mi adicción a los escritos de su autor, como por la fuerza misteriosa de su libro, y de su cubierta, y de su tacto.
Una vez conocí a un tipo que me dijo: "Los libros te eligen a ti, y no al contrario". Un individuo singular, que había trabajado como bibliotecario algunos años y que actualmente, cosas de la vida, está hecho un yupi. No viene al caso, pero viene al caso, porque todo tiene que ver, y nada, y Rayuela es un compendio de restas de la realidad... cosas que Cortázar le arrebató a la vida con su pluma afilada, puesto que es necesario, "si el volumen o el tomo de la obra pueden llevar a creer que el autor intentó una suma, apresurarse a señalarle que está ante la tentativa contraria, la de una resta implacable" (cap. 137).
Supe, cuando vi el libro, que me estaba restando algo. Que me restaría horas y horas de mi vida. Que estaría releyéndolo el resto de mi vida, y leyéndolo como si fuera la primera vez. Una fuerza magnética e inexplicable, fragmentaria, voraz, poética, densa, reiterativa, mágica... En definitiva, una fuerza vital, que es la de Rayuela me había hatrapado hirremisiblemente. Me había Hencerrado hentre sus páginas.
Viviendo, destruimos la vida. No sólo por la naturaleza misma, finita, de la existencia (que nos convierte en el "ser-para-la-muerte" que definió Heiddegger), sino también por el modo en que restamos la vida al tiempo que la vivimos. El proceso de vivir se convierte en una mecanización autofágica de costumbres que terminan por transformarnos en otra cosa. Y desde el momento en que cambiamos constantemente, en que somos siempre para ser otra cosa y para, finalmente desaparecer, estamos dejando atrás un estado diferente cada día, cada hora, cada minuto. Del mismo modo, a imitación de la vida, la literatura es un medio cambiante y destructivo (la literatura interesante, al menos, que como Oliveira dice está relacionada con la nostalgia, con la añoranza de otra cosa). Es un medio que se devora a sí mismo ("¿Para qué sirve el escritor si no para destruir la literatura?", capítulo 99) como hacen todas las artes en cuanto son autorreferenciales.
Hay un dibujo sobre la realidad, un calco.
Estoy convencido de que en el momento en que encontré ese libro, sabía que yo hablaría de ese preciso instante. Estaba condenado a repetirlo en mi memoria, en las palabras, en las mentes de los que lo leéis. Cuando estoy creando, hago un dibujo con un dedo, sobre la realidad, y, a veces, "por un azar que no busco comprender", coincide exactamente con la propia realidad.