16 abril, 2009

El arca rusa (crítica destructiva)


Buenas, mochuelos/as.

Ayer fui a la filmoteca a ver El arca rusa, de Alexander Sokurov. Una película, como su propio nombre indica, rusa. El tema es que es la primera película de la historia del cine (si hacemos cuenta de que Timecode es en pantalla dividida) que se desarrolla en un único plano secuencia, el cual se desplaza a lo largo del Hermitage, gigantesca pinacoteca. No obstante lo arriesgado del planteamiento, la película peca de una falta de coherencia y de regularidad bastante acuciantes. En un principio, presenta al personaje principal, que por circunstancias ajenas a su entendimiento, ha viajado a otra época, a la que a lo largo de la película se da cuenta de que pertenece, fruto de una identificación personal que le señala como un enardecido (y apolillado) patriota ruso.
Se trata de un plano subjetivo con una voz que va narrando mientras la cámara se desplaza, a la manera en que lo haría un hombre desubicado... Es decir, con la inestabilidad propia de una "Steady Cam". La película es bonita a nivel estético, sobre todo en aquellos momentos en que los muchos actores se agrupan para formar coreografías, o en que la orquesta toca música "en directo". Los uniformes militares siempre me han atraído mucho visualmente, y la película explota ese magnetismo con vehemencia. Otro de los aciertos de la peli es el lenguaje poético, quizá demasiado sentencioso (y pretencioso, valga la rima) pero muy bien utilizado al servicio de la reaccionaria idea conductora del filme, a saber: que Rusia cuenta con un legado eterno y magnífico perteneciente a una época, la del zarismo, que es la que retrata la película. En ella no hay ni rastro de explotación latifundista, de absolutismo atroz, de miseria... El arca rusa es un perfecto panfleto en favor de la opulencia de unos pocos. Por otra parte, el personaje protagonista, si tenemos por protagonista al espectro europeo al que acompaña la cámara (un burdo símbolo de la vieja Europa que se subraya hasta la náusea como diciendo "eh tíos, fijáos bien que ese hombre es en realidad un continente") es de lo más desagradable: borde, fundamentalista católico (amenaza a un visitante del museo, con una actitud de siniestro pope abigarrado, por no haberse leído la Biblia) y tan rancio que se queda en la sala de la orquesta cuando "acaba el baile" (guiño guiño) y antes de que los zaristas se agolpen en las escaleras con el rostro taciturno de quien ha perdido la cartera (codazo, codazo) para cerrar el simbolismo obvio de un film demagógico y pedante (La primera parte es como esas visitas 3D a los museos que vienen en CD-Rom: la cámara se acerca a un cuadro, se aleja, se acerca a otro... Más que un guión, Sokurov parece seguir un catálogo.). Los personajes no están explicados ni las situaciones justificadas, y se pasa de una época a otra (intempestiva escena en que aparecen visitantes actuales en una sala) tan alegremente como quien trasiega unas patatuelas. Por otra parte, la innovación del plano secuencia de hora y media cae en saco roto cuando uno se da cuenta de que está utilizado a la manera del vídeo doméstico de la boda de mi prima: un tío coge la cámara, se mete entre la gente y todo el mundo se hace el loco.
En resumen:
Puntos a favor, interpretaciones y ambientación.
Puntos en contra, casi todo lo demás.

Tráiler para incautos:

2 comentarios:

Marisa Morea dijo...

Hola Miguel! A qué impresiona, eh? Yo tb lo flipé un rato. Qué tal esa RESAD? Te presentaste al final!? Besos!

Tu segunda madre te llegó y te dijo...

hola cuchi-cuchi!
en fin, nostalgia y no apología, diría yo. No tiene mucho sentido ideologico o politico ahora mismo decir que los zares son la patatuela, es como si hago una peli de los reyes godos y digo que les echo de menos... pues vale, pues bueno. Aún así es una peli pa ver.