07 marzo, 2007
calle cerrada (parte 3: hora 2)
(de igual modo que en los anteriores relatos, pulsar el 'play' en el reproductor. cuando se llegue al segundo reproductor, detener el primero y poner en marcha el segundo.)
qué extraño es subir a un avión. el pasillo con las caras sonrientes al final, los asientos, las voces, las explicaciones de qué hacer en caso de muerte casi segura. todo suele hipnotizarme, y por dentro siento como un miedo murmurado, un miedo muy bajito, y a la vez una ilusión como de niña por despedirme del asfalto.
pongan sus asientos en posición vertical.
como me recuerda esa frase a el club de la lucha. a neftalí le encanta esa película. me pregunto que tal se lo habrá pasado sin mí. bien, seguramente. soy una compañera de piso horrible. yo me esfuerzo, de verdad, pero es que no me gusta. es decir, le quiero mucho, pero no me gusta vivir con gente. tengo un concepto de la intimidad muy peculiar, y a veces sólo quiero que el mundo entero me deje sola. en esas ocasiones olvido mis responsabilidades para con los demás, no porque no les quiera... simplemente necesito estar sola.
y soy capaz. soy capaz de estar sola en cualquier situación. incluso ahora, rodeada de gente, desconocidos sentados a izquierda y derecha, cierro los ojos y respiro hondo, con los brazos cruzados, y me repliego sobre mí misma, me convierto en el Todo, desaparezco y el mundo desaparece conmigo. en esas ocasiones siento por fin una serenidad que el resto del tiempo suele estar ausente. pero una voz me saca del Todo.
dice que ahora viene el momento del despegue. mi momento favorito. me pongo los auriculares y escucho la música de mi reproductor portátil...
primero el avión empieza a dar vueltas por la pista, pegado al suelo aún. y esto es muy parecido a viajar en un autobús. lo extraño es cuando el autobús se 'despega' literalmente del suelo y me traga una sensación... es como un halo de irrealidad, cierta ansiedad en el estómago y la convicción de que nada existe, de que todo es un sueño nuestro y nosotros somos un sueño de algún otro. y cuando llega este punto, mirando por la ventanilla a la ciudad que dejo, ciudad nocturna, red de luces pequeñas sobre la negrura, pienso en el pequeño pequeño mundo y en el grande grande universo, y todo se me hace tan pesado y extraño que caigo dormida. sucede poco a poco, mis ojos se cierran sin que apenas me dé cuenta. el autobús volador me arrulla con su desplazamiento sin baches, y esta vez sí que desaparezco. todo se lo traga el silencio, y lo último en desaparecer son las luces pequeñas pequeñas más pequeñas más pequeñas y...
no puedo haber dormido tanto tiempo. el avión está descendiendo. Dios, qué dolor. ¿cómo he podido quedarme dormida en esta posición? agachada... tengo el cuello como si hubiera dormido dentro de la maleta.¡y qué cansancio!
salgo del avión con la sensación de que el autobús no ha volado, sino que me ha pasado por encima. bostezando, despeinada, con una mala hostia de las que baten récords, pienso en mi casa. pienso que poco a poco he conseguido sentirme bien en esa casa. pienso en neftalí, en el perro y la gata... pienso en el barrio. y aunque a veces el mundo me agota, ahora no. ahora estoy agotada del resto del mundo y necesito todo eso. llamo a neftalí para ver si está en casa, para decirle que he vuelto antes de lo que él creía, pero tiene el móvil apagado. por un momento tengo la sensación de que le ha ocurrido algo.
son las seis de la mañana.sólo espero...
sólo espero que cuando llegue a casa nada haya cambiado.
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