03 noviembre, 2006

autobiografía de un tipo con legañas, capítulo 2



los días se parecen unos a otros sospechosamente. el año se está acabando, y llueve. yo antes era sincero; no me solía ser muy útil, pero da igual, me sentaba bien. y al mismo tiempo me hacía sufrir, pero de una forma auténtica. mi sufrimiento era palpable, reconocible. ahora mi sufrimiento ni es sufrimiento ni es ná. ¿merece la pena sacrificar una satisfacción relativa para tener una vida más auténtica?¿merece la pena exponerse para demostrar que se es de verdad?¿hasta qué punto?¿cuál es el término medio que no me convierte ni en cobarde ni en ingenuo?¿cuál es el punto en el cuál puedo ser sincero sin hacerme daño ni hacer daño?¿es importante todo esto?¿he sacrificado ya mi imaginación a cambio de una dosis reducida de madurez?imagino que estoy en el centro de una mesa, y todos los demás alrededor. imagino que me hablan, y que yo les doy la razón. imagino que llega un momento en el que me canso de darles la razón, y me enfrento a ellos, y dejo de enfrentarme a mí mismo. y empiezo a jugar en mi propio equipo. un equipo de un sólo jugador.
tal vez también yo creo que esto es una guerra, o un concurso.

no somos hormigas.

3 comentarios:

Un tipo que sólo hace comentarios dijo...

Tú ya no ves signos. Ahora, desprecias todas las dudas. Y tu pensamiento no es espejo que calla; es amor y destino y conducta y existencia.

Anónimo dijo...

A la hora de buscarse a sí mismo en lo objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su propia sinceridad.

Anónimo dijo...

Por el culo te la meto